AUTORES: Rocío Ramírez-Jaspeado, Natalia Palacios-Rojas, José Funes, Salomón Pérez y M. Laura Donnet
La desnutrición afecta especialmente el crecimiento, desarrollo y salud de los niños menores de cinco años y de las mujeres embarazadas. Efectos en el mediano y largo plazo relacionados con el desempeño escolar e intelectual, desarrollo de capacidades, rendimiento en el trabajo e ingreso laboral en los adultos, repercuten en el desarrollo so- cioeconómico.
La desnutrición en México ha mantenido una disminución sostenida a lo largo de casi un cuarto de siglo. Las intervenciones de salud pública en el país han demostrado una reducción en la mortalidad infantil, la baja talla y peso de los niños y una amplia distribución de los beneficios de programas de salud, especialmente intervenciones relacionadas con ácido fólico, suplementación con hierro y con vitamina A.
Sin embargo, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de 2012 advierte una inseguridad alimentaria leve en los hogares mexicanos; es decir, estos hogares experimentan preocupación por el acceso a los alimentos, lo que lleva a un posible sacrificio en la calidad de la dieta familiar; adicionalmente, el 28.2 % de los hogares que experimentan inseguridad moderada y severa consumen una dieta insuficiente en cantidad, calidad y, en casos extremos, han experimentado hambre debido a la falta de acceso a los alimentos, dinero u otros recursos.
Actualmente, alrededor de 14 de cada 100 preescolares tienen baja talla para la edad, indicador de desnutrición crónica. Según indicadores mexicanos, basados en ingresos corrientes, entre 2006 y 2012 hubo un aumento en el número de personas en condición de pobreza en México; esto debido a diferentes factores como inestabilidad en los precios internacionales de alimentos y crisis económicas. Estrategias y programas para la prevención de la desnutrición son efectivos, pero tienen sus limitaciones por aspectos como la pobreza, la falta de servicios sanitarios, de acceso a agua potable y servicios de salud preventivos y curativos, estacionalidad de la diversidad dietética, entre otros.
La malnutrición es traducida en un bajo consumo de micronutrientes como el zinc, que es agravado por su mala absorción, y está asociado a retardo en el crecimiento, cambios neuro-sensoriales, riesgo de la función cognitiva, anormalidades inmunes y hasta la muerte.
En América Latina un 33 % de la población está en riesgo de ingesta inadecuada de zinc mientras que para México se ha estimado en 20 %. El zinc se encuentra en gran parte de los alimentos de origen animal como el pollo, pescado, res, cerdo, entre otros; y vegetal como las legumbres y los cereales de grano entero.
Se requieren campañas intensas para concientizar a la población rural de los beneficios nutricionales de estos materiales, ya que los agricultores no perciben beneficios en su alimentación.